2/25/10

Epitafios de un sueño - Primera parte



Epitafios de un sueño


Mientras más me acercaba a la mesa principal de la sala, cada invitado, cada rostro, toda presencia se hacia menos familiar. Esas siluetas que antes me resultaban símiles, ahora, frente a esa larga mesa de decoración medieval, con enormes fuentes, manteles rojos y copas de metal, se distorsionaban conforme transcurría el tiempo.
Algo sobrenatural estaba por suceder, no sabía con exactitud de qué se trataba, pero mi instinto escéptico me lo decía.
Con algo de impaciencia quise saber la hora, toqué mi muñeca derecha y di cuenta que llevaba un reloj conmigo. Era extraño, nunca uso reloj, me hacen sentir existencialmente condicionado, perseguido, paranoico; y además me corta la circulación dado que mi muñeca no es menuda. Observé el reloj detenidamente: malla plateada, detallados eslabones, y su contextura algo blanda, como si estuviese hecho de gelatina, a punto de disolverse por el calor corporal, lo que denotaba mi impaciencia. El reloj no marcaba la hora puesto que no tenia agujas y advertí que todo su interior estaba lleno de agua; el tiempo se había ahogado.
Recordé, que al ingreso de la recepción, pedían las agujas del reloj como depósito, las guardaban en cajones separados y le asignaban un número. Antes de irse, uno debía retirarlas para no perder la noción del tiempo (o recuperarla). Me pareció razonable, adecuado para la situación, la cual, hasta el momento, desconocía.
Mi impaciencia no cesaba y cada instante, cada momento se hacia más persistente e incontrolable. Necesitaba calmarme de alguna manera. No sabia a qué se le atribuía ese sentimiento, pero estaba presente y al parecer, no iba a ser fácil callarlo. Me dirigí hacia la punta de la larga mesa medieval, tomé una copa y degusté un brebaje rosado que estaba en una de las fuentes metálicas. Su sabor era particular, no recuerdo haber probado algo que se le asemejara; de contextura espesa, dulce, como las primeras naranjas de la primavera y su vez agria, como el limón más verde de la planta. Provocó una sensación totalmente inexplicable en mí, me atrevería a decir que por primera vez sólo veía lo que miraba. Giré mi cabeza hacia los diferentes grupos de conversación que se hallaban en la sala y pude, de manera natural, saber quienes eran cada una de las personas sin siquiera conocerlas.
A lo lejos y solitario, en una esquina de la sala, se encontraba Thomas Home, Ingeniero Bioquímico egresado de la Universidad del Salvador. Su esposa había fallecido hacía exactamente dos meses, se podía notar sus gestos de tristeza a la legua. No era una persona común, a los siente años de edad Thomas fue de caza con su padre a un bosque a 253 km de su hogar. En el apogeo nocturno, luego de un día extremadamente agotador, de largas caminatas bajo los rayos de luz que atravesaban los octogenarios árboles, el niño no pudo contener el esfínter y salió de su carpa. Se dirigió al árbol más próximo y mientras hacia sus necesidades, una figura semi-diabólica, de vestiduras harapienta apareció en medio de la oscuridad y susurró a su oído:
- Naciste para amar. Y será tu propio amor quien te mate, tu redentor.
Thomas, totalmente anonadado, no tuvo la oportunidad de gritar, ni de correr; ni la más mínima reacción surgió de él. Al primer parpadeo, la figura se desvaneció en la noche. Corrió hacia su carpa con los ojos rebalsados de lágrimas, despertó a su padre y le contó lo sucedido.
- Habrá sido tu imaginación Thomas, ahora vamos a dormir y no salgas más de la carpa sin avisarme.
Nunca nadie creyó su historia, a excepción de su esposa.
No lo conocía, a decir verdad, era la primera vez que había tenido contacto visual con él. Pero su rostro me recordaba al de su padre a quien tampoco conocí.
Un malestar generalizado se hizo presente en mi cuerpo: adormecimiento de pies y manos, parpadeos incesantes, aumento de la temperatura corporal, mareos, escalofríos. Sin ninguna resistencia caí de espalda al piso. No tuve la posibilidad de sostenerme de algo, dado que mis brazos estaba dormidos: no tenia control sobre ellos. Mi cuerpo paralizado, tendido en las frías baldosas de aquella sala, rogaba que lo trasladasen a un lugar cálido, pero mi mente, aun conciente de la situación pedía a gritos ayuda.
Nadie, ni siquiera por curiosidad, se acercó a ver lo que ocurría. Al parecer ellos lo sabían. Confiaba en que Thomas se acercase, pero una vez más, las personas me decepcionaron.
Luego de varios minutos de yacer en el suelo polar, de alguna extraña manera, mi alma, mi inconciente, mi razón, llámese como quiera, se desarticuló de mi cuerpo. A lo alto de la sala y sin control sobre mis acciones, me vi morir.
Ahora sí, las personas que parecía poco interesarles mi estado, se acercaron y devoraron mi cuerpo, como animales. Ese algo, que ahora era, se trasladó a la velocidad del sonido, traspasando personas, paredes, automóviles, edificios. No sé cuánto tiempo transcurrió desde el momento en que fui devorado hasta que ese algo que ahora era, poseyó al Detective Mitz, que había sido contratado por una persona para investigar mi desaparición.
Comencé a creer en las segundas oportunidades; el pesimismo, rasgo característico mío, estaba cambiando y sin estar seguro de quien era, por primera vez, sabía realmente lo que quería.



Eran aproximadamente las 9 de la mañana. Luego de varias horas de silencio, el Detective Mitz y su compañero David Almost iniciaron la búsqueda, ya prevista, de mi desintegrado cuerpo y a los responsables de aquel trágico episodio.
- Todavía no me adapto a éste cuerpo. A pesar de sentirme más liviano, sin cabello y con una respiración pura, me cuesta hallarme a mi mismo - pensó en voz alta.
- No lo entiendo Mitz, a qué se refiere.
- Sé que puede ser sumamente difícil de comprender, para usted, que la persona que tiene ante sus ojos no es la que siempre conoció.
- … Sea claro Mitz, dijo elevando su tono de voz y demostrando su impaciencia.
- Precisamente. Intento ser claro, lo más claro posible, pero me resulta terriblemente extraño a mí, así que no quiero imaginarme lo que puede significar para usted.
- ¿Le sucedió algo malo, está enfermo?
- ¿Malo? En realidad no se si llamarlo malo, o bueno. En éste caso la subjetividad del propio ser influye en ese juicio. ¿Seguir viviendo después de muerto le parece algo bueno o malo Almost?
- ¿Se está muriendo, se encuentra enfermo? ¿Por qué dice eso Mitz?
- No está respondiendo a mi pregunta Sr. Almost ¿Le parece algo provechoso seguir viviendo luego de morir o una simple tragedia o burla de la metafísica?
- Me cuesta ser objetivo en ésta situación de incertidumbre, pero como una persona creyente le sugiero que si alguien no cruza la línea de la muerte, es porque, indudablemente tiene algo que concluir, algún episodio de la vida sin cerrar…
- O de la muerte
- Precisamente. Algo no está completo, finalizado. Créame, si necesita algún tipo de ayuda no dude en…
- No necesito ayuda, y menos de alguien que no conozco…
- ¿No me conoce? Hace más de 16 años que trabajamos juntos y aunque respetemos ciertas formalidades, no quiere decir que no me conozca. Mi hija Nairobi lo llama tío, a mi esposa le cae muy simpático, conoce a mis padres, a mi hermano Bruno y a sus hijos.
Si está enojado por algún motivo particular, aún así, no le voy a permitir que me trate como un extraño, un completo desconocido.
- No tiene sentido que sigamos discutiendo de algo que ninguno de los dos entiende de forma correcta. No parece ser un mal hombre, se preocupa por el Sr. Mitz y a pesar de su tonada ruda y moralizante, puede notarse en lo profundo de su voz, una intermitente intriga por saber qué es lo realmente sucede.
- Está enloqueciendo. Habla de usted mismo en tercera persona.
- Quisiera estar enloqueciendo, pero lamentablemente éste es el momento más lúcido de mi vida. De mi nueva vida. Despreocúpese Almost, en el momento preciso usted va a entender a lo que me refiero.


Con esas palabras, el Detective Mitz no tranquilizó a su compañero, aún peor, lo dejó con la intriga de cuál era la situación que intentaba describir. Mitz sugirió dejar la charlatanería de lado y emprender rumbo hacia lo que realmente les incumbía: Mi desaparición.
En el largo camino hacia el lugar de los hechos, ambos se mantuvieron callados. La mirada perdida de Almost en las líneas de la autopista develaba su total preocupación. Al parecer el seño fruncido era un rasgo característico en él, pero ésta vez, su carácter pensativo no me dejaba tranquilo...



Continuará (...)

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Quiero huir, solo. Como si escapando del lugar fisico donde me encuentro solucionara los problemas que me aquejan. Quiero huir, triste. En ...