11/29/20

10 años después

Con la mano izquierda intenta secar el sudor de la frente, los párpados y mejillas. Y no, claro que no seca, solo se mezcla en los vellos de los dedos, humedeciendos. Ya grasos y mojados acomodan el cabello para pasar en una milésima de segundo y sin pensarlo a la boca. Cada dedo peregrina por la parte mas filosa de las paletas que arrancan la cuticula ya casi inexistentes. Le duele el cuello, lo siente trabado, de una rigidez que molesta. Escupe la última cutícula y posa la palma sobre el mentón mientras empuja con fuerza para liberar el dióxido de carbono entre las articulaciones del cuelo. Un ruido que incomoda invade el ambiente y repite el ritual hacia el lado opuesto con la otra mano para alimentar el ambiente. Los dedos se entrecruzan detras de la nuca y empujan firmes las vértebras de la columna. Vuelve a acomodarse el pelo. La mano derecha toma la remera desde el centro del pecho y la despega. Una vez cada minuto. Despega el calzon que le aprienta los huevos o lo acomoda para evitar el roce de los mofletes y la probable paspadura. La bragueta sigue cerrada como la última vez. Revisa el bolsillo en busca del celular y se asegura que esté donde corresponde. Lo saca, lo siente, lo mira. Nada. Finge que revisa mensajes, pone cara de concentrado pero sabe que si alguien de atrás lo observara, solo vería como abre y cierra el menu, escribe y borra sin enviar ningún mensaje. Su capacidad de concentración fue disminuyendo con el pasar de los años, sigue intentado mantener ese modo multi-tarea en el que alguna vez fue bueno pero solo consigue hacer todo por la mitad y suele perder el hilo de las acciones. Vive nervioso, intranquilo, abstraido de todo y mantiene un contacto afectivo superficial con quienes se rodea. Piensa, analiza y da vueltas sobre ideas que jamás llegan a nada. Aspiraciones, motivaciones y sueños que mueren al irse a dormir todas las noches. La ansiedad y la angustia lo vuelven impaciente, torpe y malhumorado; ya no acepta ni tolera, gasta horas. Espera una solucion mágica a sus problemas y busca límites que le provoquen un quiebre en la consciencia, mas certezas que incertidumbres. Pero nunca llegaron, al menos hasta ahora. Se regocija de insatisfacción en su comodidad. Aunque sepa que su personalidad jamás le permitirá aferrarse a dogmas, absolutismos o doctrinas espera ansioso la llegada de ese día, como si del Mesias se tratase. Ahora que lo pienso, para tener una nula vocación religiosa, la actitud frente a la vida se torna dogmática

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Queseyo

Quiero huir, solo. Como si escapando del lugar fisico donde me encuentro solucionara los problemas que me aquejan. Quiero huir, triste. En ...