Atormentada y casi sin aliento caminaba por un pasillo completamente oscuro. Despertó y no sabía dónde estaba. ¿Acaso era ese un hospital? No simulaba tener la vida nocturna de uno por lo que comenzó a dudar. Sostenía el suero con la mano derecha mientras arrastraba sus pies sobre la loza fría. Si aquel era una institución médica su vestimenta debería adecuarse al lugar, pero por el contrario, en vez de bata, todavía conservaba su ropa, dura por la suciedad. Un paso inseguro la hizo descubrir un pequeño charco de lo que parecía ser agua. Quitó su pie rápidamente y pensó en saltarlo, pero el agotamiento de su cuerpo era atroz. Colocó el trípode delante del charco y se decidió. Del techo una gota cayó sobre su mano; se detuvo y la observó: era agua con algunos rastros de óxido, posiblemente proveniente de un caño roto. Definitivamente no estaba en un hospital o por lo menos no en uno bueno. Pasó la lengua por su mano y degustó la gota: tenía un sabor metálico. Nunca entendí qué la impulsó a hacerlo.
No le importó mojar sus pies pues ya no los sentía por el frío. El suero le parecía una carga innecesaria, por lo qué decidió desconectarlo. Una lágrima de dolor brotó de su rostro. Acercó su dedo índice para arrancarla de allí y nuevamente, sin motivo que pueda comprender hasta ahora, inmiscuyó aquella pequeña gota en su lengua. El mismo sabor metálico. Levantó su mirada hacia el final del pasillo y una luz obnubilaba su rostro; violácea e intermitente se destacaba, sin dejar entrever como seguía su camino.
Con pasos inseguros, cansada y desorientada caminaba, hacia aquella luz que solo intriga provocaba. Ni una puerta y ni siquiera un ruido, sólo ella y sus pasos congeniaban una melodía triste y desesperada. El final parecía infinito, el agotamiento drástico.
La vestimenta le pesaba así que se dispuso, sin mirar al frente, a quitársela de forma abrupta: primero, arrancó las mangas del suéter rosa pálido que llevaba puesto; luego ese pantalón de carpintero, sucio y endurecido. Cada movimiento era agonía, su cuerpo pedía gritos un receso, sin embargo ella continuaba, firme hacia la nada. De pronto, aquella luz que guiaba su camino se apagó. La oscuridad completa la invadió, dejando intacto el sentimiento de desesperación. Aquella música que componían sus pasos se detuvo y fue usurpada por carcajadas macabras que no sabía de donde provenían.
Creyó ingenuamente que la pared podía ser su guía, dio un paso a la derecha y se con su mano intentó apoyarse. De lleno cayó al piso; una puerta se cerró. Y en plena oscuridad se vio sujeta de brazo y piernas a una silla. Aunque intentaba gritar no podía. Desesperación solo mostraba como síntoma y aquellas risas siniestras continuaban como melodía. Vio la luz volver a titilar, pero ahora de su silla. No sabía dónde estaba, no sabía siquiera si existía.
La mano acariciaba su cabello, la consentía. Le explicaba sin palabras su temor infundado: todo estará bien ¿Qué podría suceder?
Sin moverse, aquella luz violácea se acercaba, cada vez más hacia ella y dilataba sus pupilas. Una flecha socavó en su garganta y de un salto abrió los ojos aún más de lo que creía. Una voz serenó la tristeza:
- Mi amor, ¿estás bien?
9/22/11
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Queseyo
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No fue mi intención lastimarte Fue una reaccion de mi cuerpo Yo solo buscaba encontrarle sentido a mi soledad No quieres ...
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GRAN texto wacho, es re atrapante. no da para una parte 2?
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