Puede que decidamos estudiar, trabajar, ser un ente paracitario que se alimenta del esfuerzo ajeno. O simplemente no hacer nada y estar perdidos. Todos tomamos decisiones. Todo el tiempo. Sin quererlo y a veces hasta sin pensarlo.
De alguna manera todos somos victimas de lo que hacemos y dejamos de hacer, lo que decimos y callamos, lo que queremos escuchar y de lo que no queremos oir.
Puede que hayas tenido una infancia traumática, quizás tus padres se separaron, tu famillia falleció en un accidente o creciste en un ambiente carente de amor y afecto (para no traumatizar más aún). Puede que tu vida académica no haya sido la más destacada y que te hayas formado a golpes. Pero creo que todos, en ese sinfín de desiciones bifurcadas, que nos hacen perder y ganar, llorar y reir, odiar y amar, en el fondo de cada acción se encuentra sumergida la condición innata de querer ser felices.

La búsqueda de la felicidad es personal y ajeno a todos. Soy un convencido de que detrás de cada acción se encuentra impreso a fuego en el inconciente, el objetivo de ser feliz. Inundados de dudas, confusiones y distracciones intentamos realizar acciones que satisfagan nuestro ego. Un ego golpeado y cuasi oxidado a razón de ser parte de una maquinaria que nos tienta con placeres efímeros y banales, asegurando 'felicidad eterna' y una vida llena de alegrías vacias.
Generalizar, en algún punto, es dañino. Porque en tanto te encuentrés dentro o fuera de la generalidad, el rechazo personal que uno emite es inmediato al sentirse o no, parte de esa 'regla general'. Si yo propusiese que todas las personas con dinero son felices, el pobre diría que es mentira, que con carencias económicas se puede ser feliz y que el dinero no lo es todo en la vida. También podría aceptar que la generalidad es un hecho y sentirse miserable por no pertenecer a ella. Un grupo de gente rica escucharía el comentario y diria que aún poseyendo suficiente dinero como para vivir 5 vidas, el dinero no hace a la felicidad y que hay cosas más sustanciales que las poseciones materiales. Como así, habría ricos que asegurarian que solo son felices teniendo dinero. Todos, en algún punto, somos discriminados ante una generalidad.
Para todos los que disfrutan o sufren andar en bicicleta, sabrán que la maquinaria falla. Es un medio de transporte que nos facilita y agiliza el poder movernos más cómodamente. Pero con el tiempo se desgasta y el mismo uso hace que, por ejemplo, luego de andar algunos kilómetros, las ruedas se pinchen. Ésto posiblemente se deba a que el camino que decimos tomar no era el más llano. Los empedrados, la suciedad, calles de tierra, cruces y frenadas abruptas, hacen que la rueda se desgaste y ante el mínimo contacto con la imperfección (realidad) ésta explote y nos deje varados y a pie. Lo usual es dirigirse con el bicicletero más cercano, colocarle un parche a la rueda y seguir nuestro camino más comodamente.
Al igual que un bicicletero, se maneja el entorno en que vivimos: nos facilita los parches, para poder seguir más comodamente y sin distracciones. Para que no miremos por donde transitamos. Si una rueda se pincha, se emparcha, si la cadena se rompe, se cambia. Nada es imprescindible y todo se puede sustituir. Mientras tanto, nadie observa que el camino de casa al trabajo está inundado de clavos y vidrios. (...)
Simplemente excelente, nose que puedo decir, me encanto te hace pensar mucho, es un buen reflejo de la vida Gracias por tanta magia literaria
ResponderEliminarMe gusta.
ResponderEliminar-Sabor a nada-